5 de mayo de 2009

Synecdoche, New York (EUA 2008)




“La vida es la mejor puesta en escena, y uno, el mejor actor…”


Una de la películas más complejas que he tenido la oportunidad de ver, tenía que venir de uno de los guionistas más enfermos de amor y depresión que conozco; su nombre Charlie Kaufman, ganador al óscar como mejor guionista original por la película “El eterno resplandor de un mente sin recuerdos”, junto a un gran director Michel Goundry, en el año 2004, de ahí que se les llamara la dupla Goundry-Kaufman ya que siempre trabajaron juntos en sus inicios, mas hoy a llegado el momento de separarse artísticamente, y comenzar Kaufman, con una carrera de director, que al parecer con este su primer trabajo, le sienta muy bien. Este paso gigantesco que da del guionismo a la dirección se da por su alianza con Sony Classics, una de las realizadoras más importantes del cine “B” en el mundo, y que nos demuestran lo comprometidos y el buen ojo que tienen para las producciones con nuevos directores, arriesgados y novatos.


Kaufman realiza un trabajo impresionante con una historia muy ambiciosa sobre un director teatral de nombre Caden Cotar, interpretado por el actor Phillip Seymour Hoffman, que se encuentra en su momento más exitoso, hablando teatralmente, pero en el más cruel como pareja. Aquellos que piensan que lo han visto todo, deberán echar un ojo a esta película de impresionante hechura, donde distinguir lo teatral de la vida misma será toda una hazaña, entender lo que pasa por la mente de Cotar será imposible. Con grandes actuaciones de Seymour Hoffman, Samantha Morton, Michelle Williams y Dianne West, esta puesta en escena monumental gira alrededor de la mente enferma de un hombre que ha sido herido en el orgullo, cuando su mujer lo engaña con otra mujer y es separado de su única hija, para así convertirse en un espectador del futuro de ella, sin poder hacer nada por ayudarla; de ahí que decida montar una obra con el día a día de su vida, donde distinguir la realidad de la ficción será cuestión de vivir. Un acierto magistral de Charlie Kaufman con estilo propio, que hoy queda comprobada.


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